De Ámsterdam a Berlín
¿Y si la única patria fuera la lengua?


Amira Armenta

 

 

No es fácil dejar Ámsterdam. Esa ciudad en la que, a veces andando por la noche por alguno de sus canales, a uno le parece que está cruzando en medio del escenario de una película ambientada en otros siglos. Porque vivir en Ámsterdam es como vivir en una obra de arte, me dijo alguien una vez.


Yo soy parte de ese enorme grupo de native foreigners (como se titula una exposición por estos días en el museo Stedelijk, sobre artistas de origen extranjero que se quedaron viviendo en el país) de Ámsterdam. No nacimos, pero en muchas formas hemos crecido allí. Hemos echado raíces. Después de veinte años –aunque aquel famoso tango diga que veinte años no es nada. ¡Qué va! Es mucho– nada de la ciudad nos es ajeno. Las calles, los puentes, las fachadas del Herengracht, todo nos dice algo del mismo modo que a un nativo de verdad. Después de todos esos años, Ámsterdam es una ciudad que nos sabemos de memoria.


No es fácil llegar a vivir a una ciudad nueva. Un nuevo país, una nueva lengua. Esto fue lo que pensé cuando dejé Ámsterdam para venir a Berlín, diciéndome que Berlín era una incógnita. Un mundo nuevo a descubrir. Un país cargado con una abrumadora historia reciente.


¡Quién no sabe lo que pasó en la guerra, la Alemania nazi, las ambiciones de Hitler, la masacre a la población judía! Uno puede que no sepa mucho de Alemania en general, que no sepa una palabra de alemán, pero lo sabe, o creer saberlo, todo sobre los nazis. Para eso habremos visto quién sabe cuántas películas de guerra made in Hollywood en las que los alemanes siempre hacen de malos. Con razón.


Hace un año y medio cuando me vine a vivir a Berlín, me puse a leer algunos libros que me ayudaran a conocer, a entender, a interpretar de algún modo este mundo. Leí sobre todo algo de literatura. Una novela como, Solo en Berlín, de Hans Fallada, y otras historias de la Segunda Guerra mundial hicieron su efecto. Como me gusta la novela negra, leí también la trilogía berlinesa de Philipp Kerr, y un par de cosas más en este género recreadas en esta ciudad fascinante de la que algunos dicen que es como un ave fénix, capaz de resurgir de sus cenizas.


Pero hubo sobre todo un libro que me ayudó, como nueva inmigrante, a poner este país en contexto. Se trata de Alemania. Memorias de una Nación, de Neil MacGregor. La mejor guía para entender el alma alemana. El autor no escribe un libro tradicional de historia, sino que reconstruye la nación a partir de algunos nombres: gente, objetos, eventos, y monumentos clave y muy concretos, representativos de lo más auténtico alemán. Ahí están, naturalmente, la imprenta de Gutenberg, Lutero, el rinoceronte de Durero, la dinastía de los Hohenzollern con Federico II el Grande, Johann Wolfgang von Goethe, Caspar David Friedrich, al mismo tiempo que Blanca Nieves, la de los siete enanitos, un producto de la fantasía de los Hermanos Grimm inspirados en los misterios de los bosques de la Selva Negra. Están también, Ludwig de Baviera y su monumental locura plasmada en palacios y el Walhalla. Los grandes músicos alemanes de los tres últimos siglos, que son tantos que mejor no nombrarlos para no extender mucho el párrafo. Las numerosas salchichas y cervezas regionales. Las esculturas de Riemenschneider, la Cruz de Hierro, Karl Marx, Bismarck, la Puerta de Brandenburgo, la Bauhaus, el dolor de Käthe Kollwitz, Hitler, por supuesto, el ‘arte degenerado’ y los campos de concentración, la carreta de la Madre Coraje de Bertold Brecht, la construcción del muro de Berlín, la destrucción del muro de Berlín. En breve, todo lo que por bien o mal ha terminado conformando esta nación.


Pero hay un tema especialmente interesante en esta obra, es el de la lengua. En junio de 1949, cuando Thomas Mann regresa a Alemania después de 16 años de exilio en Estados Unidos huyendo del régimen nazi, pronuncia un discurso en el que dice: “Aunque me convertí en un ciudadano estadounidense, sigo siendo un escritor alemán fiel a la lengua alemana, a la que considero como mi verdadera patria”.


Incluso en uno de los momentos históricos más trágicos del país, en medio de la derrota y la desintegración de su territorio, Thomas Mann está diciendo que su patria espiritual, su lengua, está intacta. Es una frase bellísima que nos hace reflexionar a todos los que, por una u otra circunstancia, nos encontramos también en alguna forma de exilio, como inmigrantes forzados o voluntarios, en lugares en donde se hablan lenguas diferentes a la nuestra.


Ámsterdam o Berlín, qué más da. Los hispanohablantes nativos nos reconocemos y nos juntamos en cualquier parte del mundo gracias a esa patria común que es la lengua española. Allí están todos los que conforman el mundillo de Ámsterdam-Sur, y otros grupos por el estilo que se mueven por los Países Bajos. Y aquí en Berlín – en donde la comunidad hispanohablante es bastante más grande que la amsterdamesa– no tardaría yo mucho en encontrar a esos descendientes de la lengua de Cervantes en su enorme gama de acentos y pronunciaciones. Todos unidos nada más por esa condición, el castellano como primera lengua. La lengua de la infancia, esa en la que crecimos. Y cuando nos reunimos, alrededor de un libro, de unos poemas o simplemente para hablar y beber unos vinos, creamos una especie de enclave español en medio de ciudades alemanas, holandesas, suecas, japonesas… Un ‘territorio’ del que seguiremos haciendo parte hasta el final, incluso aunque un día decidamos, como Thomas Mann, cambiar de pasaporte. ¡Qué más da un pasaporte! Igual que él, nuestra principal fidelidad es con la lengua.


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Amira Armenta
(Colombia), tiene un máster en historia de América Latina.Escribe con alguna regularidad sobre temas de política, cultura, cine y libros. Ha publicado dos libros de ensayos: Een nieuwe tong, y En el patio de atrás. Antiamericanismo y nueva izquierda en América Latina, y la novela, Los gatos pardos de la noche.
Publicó en abril de 2017 el ensayo biográfico: Miguel-Ángel Cárdenas: imágenes de un video-artista. Edición impresa en Ediciones Arlequín de San Telmo, Ámsterdam; y en edición digital (e-Book): https://www.smashwords.com/books/view/723258