Silvia Tocco

 

 

 

Ustedes

 

lo saben, queridos míos, soy una sentimental, pero cuando hay que soltar el alma
de un sonido, conviene hacerlo en el momento justo

ustedes han dado forma a una vida, en sus miradas he visto el origen de una
estrella, sus manos de roca y seda moldearon la materia de mi necesidad, con qué
amor pleno en un cuarto de hotel saltaron la distancia que la oscuridad interpuso
en la desnudez

lo saben, queridos míos, cada uno va conmigo, donde sea y como sea, no en
el límite delgado de la memoria, tampoco en el cuerpo, ni siquiera en el corazón

vamos sin saber de quién es la barba encanecida, si de ustedes son mis pies o
mías sus bocas, si soy toda mis hombres que me caen que me elevan hasta ser
del color de la luna


( del libro Detrás de los ojos)

 

Danza butoh

 

 

el viento esparce

 

mariposas muertas

 

ahora llueve sol

 

( del libro Detrás de los ojos)

 

Vos

que estás en un contenedor

 

de basura y te basta

 

una maderita contra el techo

 

para abrir una ventana

 

y en el fondo de tu carro torcido

 

un pedazo de cartón

 

aguanta el peso de los restos

 

que anoche tiramos,

 

de reojo miro

 

el sutil movimiento de tus dedos

 

en un alambre que

 

sutura

 

lo que no hay,

 

de reojo mirás

 

las formas de mí, bajo el árbol

 

la tortuga y la garza

 

los animales que más resisten

 

 

Memoria I

 

tu voz, en apariencia, de seda, está hecha de un hilo grueso, resistente, el que

 

usan los hospitales de campaña para coser heridas sucias, profundas, de bordes

 

tortuosos, tu voz une partes rotas, esos fragmentos, sueltos, que ya no sienten

 

dolor pero guardan su memoria

 

no sabes cómo ni cuándo, un día amaneces redonda y hueca, hecha vasija en

 

arcilla roja, moldeada por las manos de los que apresuraron su partida, te falta un

 

asa, fue dejada como botín de guerra en una batalla, sin héroes ni nombre…

 

dentro, muy dentro, el silencio no es de un ángel, el silencio es de una leona

 

herida, al acecho de la señal, una mañana escucha el cambio en el curso del

 

viento y abre sus fauces y de las entrañas arranca el grito, retenido por años,

 

nadie lo esperaba, nadie, sólo tú

 

en el grito, grita la bisabuela sobre la tumba de su hijo, y el hijo que tendrá para

 

siempre seis años, al fin escapa, ave migratoria en vuelo, grita su hija por el

 

destierro y el destierro de sus hermanos, grita su hija por sueños que no cabían

 

en las manos y debió soltar y con ellos, soltó el fuego secreto en que ardieron

 

ahora te toca a ti, por ellas, por las que vendrán

 

 

agradeces a la daga por acertar en el centro del hambre

 

agradeces el silencio nuevo

 

 

Memoria II

 

Desde las aguas donde reina Yemanjá llega, lejano, un sonido de trompetas. La

 

memoria de qué liberación, trae?

 

A lo largo del día se repite como un mantra o el shofar o la voz del muecín que

 

llama a la plegaria.

 

El canto de los galeotes cruza la bahía. Las voces, como sus remos, se hunden en

 

lo profundo, buscan la palabra antes del significado. Y se elevan a una altura que

 

ningún sueño lánguido de dictador podrá nunca alcanzar

 

 

Memoria III

 

con pies desnudos pisas las rocas, también sostiene lo que lastima, duele hasta el

 

límite en que piedra y pie son lo mismo… el cuerpo comprende, no hay

 

separación

 

te abres, el hueco absorbe lo que encuentra a su paso, maraña de algas, arrecifes

 

de coral, fondo fangoso

 

restos que el mar expulsa

 

tu corazón, entre las piernas, se contrae y se expande al ritmo del mundo

 

¿a quién abrazar ahora

 

que la carne vive?

 

 

 

Métro Chatelet

 

 

français

 

français

 

jolie français

 

jolie visage

 

grita furia

 

su voz negra

 

toda Mali grita

 

Senegal negra grita

 

y el grito rebota

 

en los cuerpos

 

sin ojos

 

del metro de París

 

que cierra la puerta

 

me lleva

 

¿dónde?

 

la deja

 

¿dónde?

 

 

no hay pasaporte

 

para la desesperación

 

 

 

Hambre

 

No hay que verla ni olerla, ni siquiera oír su ruido vacío… al hambre hay

 

que tocarla. Con una vez, basta.

 

 

Haz la prueba de andar por la plaza a la caída del sol, cuando se van los que

 

andan con los ojos clavados en su propio horizonte. Prueba pasar por la galería

donde los moradores sombrean silencio en sus camas de cartón.

 

Si te animas, toca un hombro. Tocarás hueso. Con la mano abierta, soporta esa

vida.

 

 

Caerás de rodillas. En el suelo estamos a la altura del hambre que merecemos.

 

 

14Tocco

 

Silvia Tocco, Buenos Aires. Doctora en Medicina, psicoanalista
y especialista en psiquiatría infantil. Ha trabajado en talleres de escritura
con niños con problemas emocionales. Ha publicado Después de la tormenta
(Editorial Libros de Alejandría. Argentina, 2000,La cercanía del mar, Ediciones
El Mono Armado. Argentina 2009). Segundo Premio en el Concurso Nacional
de Poesía Centenario del nacimiento del poeta José Pedroni. Mención de honor
en la IX Bienal Internacional de Poesía Breve (Valparaíso, Chile, 1999);
finalista del Concurso Internacional Letras de Oro (Argentina, 2002).