Silvia Tocco
Ustedes
lo saben, queridos míos, soy una sentimental, pero cuando hay que soltar el alma
Danza butoh
el viento esparce
mariposas muertas
ahora llueve sol
( del libro Detrás de los ojos)
Vos
de basura y te basta
una maderita contra el techo
para abrir una ventana
y en el fondo de tu carro torcido
un pedazo de cartón
aguanta el peso de los restos
que anoche tiramos,
de reojo miro
el sutil movimiento de tus dedos
en un alambre que
sutura
lo que no hay,
de reojo mirás
las formas de mí, bajo el árbol
la tortuga y la garza
los animales que más resisten
Memoria I
tu voz, en apariencia, de seda, está hecha de un hilo grueso, resistente, el que
usan los hospitales de campaña para coser heridas sucias, profundas, de bordes
tortuosos, tu voz une partes rotas, esos fragmentos, sueltos, que ya no sienten
dolor pero guardan su memoria
no sabes cómo ni cuándo, un día amaneces redonda y hueca, hecha vasija en
arcilla roja, moldeada por las manos de los que apresuraron su partida, te falta un
asa, fue dejada como botín de guerra en una batalla, sin héroes ni nombre…
dentro, muy dentro, el silencio no es de un ángel, el silencio es de una leona
herida, al acecho de la señal, una mañana escucha el cambio en el curso del
viento y abre sus fauces y de las entrañas arranca el grito, retenido por años,
nadie lo esperaba, nadie, sólo tú
en el grito, grita la bisabuela sobre la tumba de su hijo, y el hijo que tendrá para
siempre seis años, al fin escapa, ave migratoria en vuelo, grita su hija por el
destierro y el destierro de sus hermanos, grita su hija por sueños que no cabían
en las manos y debió soltar y con ellos, soltó el fuego secreto en que ardieron
ahora te toca a ti, por ellas, por las que vendrán
agradeces a la daga por acertar en el centro del hambre
agradeces el silencio nuevo
Memoria II
Desde las aguas donde reina Yemanjá llega, lejano, un sonido de trompetas. La
memoria de qué liberación, trae?
A lo largo del día se repite como un mantra o el shofar o la voz del muecín que
llama a la plegaria.
El canto de los galeotes cruza la bahía. Las voces, como sus remos, se hunden en
lo profundo, buscan la palabra antes del significado. Y se elevan a una altura que
ningún sueño lánguido de dictador podrá nunca alcanzar
Memoria III
con pies desnudos pisas las rocas, también sostiene lo que lastima, duele hasta el
límite en que piedra y pie son lo mismo… el cuerpo comprende, no hay
separación
te abres, el hueco absorbe lo que encuentra a su paso, maraña de algas, arrecifes
de coral, fondo fangoso
restos que el mar expulsa
tu corazón, entre las piernas, se contrae y se expande al ritmo del mundo
¿a quién abrazar ahora
que la carne vive?
Métro Chatelet
français
français
jolie français
jolie visage
grita furia
su voz negra
toda Mali grita
Senegal negra grita
y el grito rebota
en los cuerpos
sin ojos
del metro de París
que cierra la puerta
me lleva
¿dónde?
la deja
¿dónde?
no hay pasaporte
para la desesperación
Hambre
No hay que verla ni olerla, ni siquiera oír su ruido vacío… al hambre hay
que tocarla. Con una vez, basta.
Haz la prueba de andar por la plaza a la caída del sol, cuando se van los que
andan con los ojos clavados en su propio horizonte. Prueba pasar por la galería
Si te animas, toca un hombro. Tocarás hueso. Con la mano abierta, soporta esa vida.
Caerás de rodillas. En el suelo estamos a la altura del hambre que merecemos.
Silvia Tocco, Buenos Aires. Doctora en Medicina, psicoanalista
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