Lilian Toledo¿Todas son Renée?
Las reflexiones que encontrarán aquí, comenzaron a hilarse detrás de esta pregunta: ¿Quién llego a ser esta mujer: una, varias o ninguna? Y en el intento de responderla, culminan conformando el inicio de una indagación mayor: esto es entonces, sólo el comienzo de un camino (un esbozo, casi un alivio) que nos acercará algo de la vida y trayectoria de Renée B. de Tajes (1916-1991). ¿Dónde descansan sus escritos, las imágenes de sus actuaciones, en fin: su huella? ¿En qué pliegue de nuestra pacatería montevideana de mediados del siglo XX quedo escondida? ¿O quizás ella misma decidió anidar allí? Cuando oímos su voz recitando el Canto Negro de Nicolás Guillén (1931) desde un registro solitario de Youtube, su voz gruesa y sensual atrae y envuelve como un manto, y convoca ineludiblemente a la búsqueda por conocer su historia. También el diálogo -tanto en persona como en comunicación a distancia- con un poeta uruguayo, exiliado de muchas batallas, de muchos autoritarismos; un cuenco de memoria: su hijo Juan Carlos Tajes Baddouh.
El hijo de Reneé
Juan es un torbellino. Canta, baila, escribe poesía, hace máscaras, habla con afán: crea un aire nuevo a cada paso. Casi como un llamado, una convocatoria o como un remedio. Vive en Holanda desde 1971, donde llegó perseguido por el miedo a los grupos paramilitares, antecedentes de la instalación de la Dictadura Cívico Militar de 1973. Pese a esto, al mirarlo, parece por momentos que tiene no más de 18 años, otras veces un poco menos; la realidad es que acaba de rebasar los setenta. “Renée estudió primaria y secundaria con las monjas, a pesar de ser judía. De niña actuó con Lola Membrives en la obra de Federico García Lorca, Mariana Pineda.” “Fue primera dama de Paquito Busto, actuó con Humberto Nazari, y también fue declamadora de poesía afro americana. Según ella tenía una garganta negra, por ser hija de árabes”, comienza contándome su hijo, para ayudarme a ubicar el dibujo del país y del momento donde desplegó (poco o mucho) múltiples facetas, su madre. Puede distinguirse en el video de Youtube el programa de uno de sus recitales, en 1947,en el que junto con su marido Juan F. Tajes, recitaba a Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou; él cantando, ella recitando. “Se casó en 1937-continúa contando el poeta- con Juan Francisco Tajes, de casta militar, descendiente de Máximo Tajes, el Presidente, y de Juan Francisco Tajes, mártir de la batalla de Paso de Quinteros en 1858.” “Enamorada perdidamente de él, hasta el punto de aceptarle todos sus filtreos con actrices y poetisas conocidas en el medio intelectual de la época.” Podríamos pensar que en esta afirmación asoma parte de las razones de sus sombras, de su quedarse allí, aquietada. En aquél Montevideo, donde se extendía la clase media, las formas disponibles para ser mujer o varón, oscilaban entre la crítica a los modelos hegemónicos, la transgresión encubierta del adulterio o el sometimiento. Sin duda Reneé y su marido, navegaban-como podían- en esos mares turbulentos, así como el resto de esa crítica generación.
Un poco del escenario cultural de la época
Convocado por el afán de ordenar los fragmentos de la historia de su madre y quizás empujado por mi decisión de escribir para evocarla, Juan rebusca en sus cajas y estantes (quizás en sus sombras también) y va reencontrando algunos datos más. ¿Los más importantes? No sabemos, o no importa. Recuerda que se recibió de Bibliotecaria alrededor de 1950, y que trabajo como tal hasta 1966 en la Biblioteca Municipal Horacio Quiroga, a cargo de Juan Carlos Onetti. Por ello podríamos ubicar sus búsquedas y sus creaciones en el contexto de la llamada Generación del 45 o Generación Crítica. Esta generación se hace lugar en un país gobernado por el llamado Neobatllismo, que intentaba continuar las reformas sociales, el desarrollo de la industria y el fortalecimiento de la educación como camino de mejora y ascenso social que había comenzado de la mano del Presidente Batlle y Ordóñez; como el Uruguay no hay, es la frase reiterada y por lo mismo, sintetizadora de la percepción de la situación socioeconómica del momento que tenían sus habitantes, reforzada en 1950 con el logro futbolístico de Maracaná. Este fue el escenario donde desplegó sus alas Reneé, quizás sin alcanzar el vuelo: Carlos Quijano fundaba el reconocido (y perseguido años más tarde) Semanario Marcha, en el mismo año Juan Carlos Onetti editaba su novela El Pozo (1939), Joaquín Torres García fundaba su taller de pintura y en unas mesas del Bar Metro o del Sorocabana, ellos junto a otros (y otras), se reunían a polemizar sobre literatura y sobre otras artes y partes, desmenuzando y también instituyendo, algunas de las contradicciones de esa sociedad. Las mujeres en esas mesas no eran mayoría, pero tampoco pasaban desapercibidas: Idea Vilariño, Amanda Berenger, Ida Vitale; entre otras; hacían oír sus voces y seguramente entremezclaban sus amores con sus escritos (también amados). La pacatería de la sociedad de ese tiempo estaba siendo resquebrajada con las acciones, lecturas y aportes de estos intelectuales, sin embargo la misma no dejaba de resistirse: amores fieles e infieles; rebeldía y sometimientos; desigualdades, en fin, en movimiento hacia la transformación. Y casi al mismo tiempo, en 1949, desde una tierra que era referencia para el Uruguay culto, Simone de Beauvoir daba a luz un ensayo que hasta hoy construye pensamiento: El segundo sexo.
“Mi madre”
El segundo tomo de este magnífico ensayo comienza a quemarropa: “No se nace mujer, se llega a serlo.”; su autora, posicionada en el existencialismo, devela ya en este año la falsedad del naturalismo como argumento para definir los caminos del ser, para proponerlo como un siendo. En el caso de Lo Femenino, es un devenir plagado de las tensiones donde Lo masculino, el Hombre, es quien define la medida de todas las cosas. Por lo tanto Lo Otro, secundario y dependiente, es el ser mujer. Simone De Beauvoir nos proporciona, en este ensayo de fines de la Segunda Guerra Mundial, argumentos válidos hasta el presente para el cuestionamiento de la definición del instinto maternal. Por ello, ser madre, para ninguna de nosotras es una decisión espontanea ni una tarea fácil. También podemos decir que hay un devenir madre, en medio de otros sueños, desafíos, contradicciones y haceres. Bien podemos pensar que esto también tamizó las opciones y decisiones que transitaron por Renée. Juan recuerda claramente: “Mamá me llevó al ensayo de unos amigos, compañeros de la opera de mi padre, eran solistas del cuerpo de baile del SODRE. Fue la primera vez que vi un estudio de danza. Ellos me invitaron a participar en unos ejercicios de coreografía, ante la mirada atenta y a la vez reprobadora de mamá. Cuando salimos su único comentario fue que yo era un pata dura, no fuera el caso de que me gustara la danza, con todos los prejuicios que había en esa época con los bailarines.” Después de los acercamientos a las diversas disciplinas artísticas, se decantó por la Bibliotecología, siendo una de las primeras bibliotecarias tituladas en el Uruguay y la primera en ser becada a España, (Biblioteca Nacional de España). En esta profesión desarrollo varias iniciativas que la relacionaban con la actividad artística, como exposiciones de arte, motivación a jóvenes actores, etc., que recibieron la atención de la prensa extranjera. Su ir (o estar) siendo, fue-como decíamos- en medio de una generación que comenzaba a argumentar sobre otras formas posibles de construirse seres humanos, y que albergó, por ejemplo, a Idea Vilariño escribiendo el hermosísimo poema Ya No a su amante imposible, J.C. Onetti. Seguramente provoco en ella huracanes, pero también síntesis como por ejemplo, la de ser mamá, además de bibliotecaria y poetisa. “A su muerte, fue acompañada por muchos autos oficiales, con autoridades municipales, artistas e intelectuales, el 5 de diciembre de 1991, luego de una internación en un centro de atención medica.” “Es asombrosa la forma que toma la ausencia de mamá. No es la madre consejera, la, madre gallina protectora ni la mater familias la que me falta (...) La madre lectora capaz de comentar un libro e inmediatamente después encontrar la referencia literaria apropiada y a la vez concentrarse en su tejido o seguir una conversación mundana al teléfono, su aliado ideal; la madre artista que nos regalaba análisis infalibles y certeros sobre teatro, danza, cine, artes plásticas o arte en general; la madre escritora que me enseñó a manejar los diccionarios y libros de consulta, nunca enciclopedias, nunca libros de conocimiento popular: las fuentes, siempre las fuentes.” Quizás sea este inmensurable y seguramente también invisible proceso creativo, que llevo adelante tratando de ser todas ellas y ninguna en particular, el que ha quedado en los pliegues de aquella capital que fue Montevideo, cuna y nave de la tarea de la Generación del 45. “Después de su muerte lo que más extraño son sus cartas, el nivel humano y cultural que ellas representaban. Extraño a la brillante interlocutora, con una gran dosis de amor y otra de sentido de propiedad, ambos proporcionales, pero que hacía casi insoportable la convivencia con ella, mismo a once mil quilómetros de distancia.
” Renée Baddouh Sason fue la quinta hija, en una familia numerosa, pero sus padres la llamaban Malika René (en árabe, Reina Renée), nació en Córdoba, Argentina, un 25 de octubre de 1916. La simple y clara denominación como René Lys resulta suficiente para encontrarla en la marejada de los millones de videos publicados en Youtube, acariciando con su voz algunos poemas de Nicolás Guillén. Facetas múltiples: la recitadora, la poetisa, la actriz, la bibliotecaria, la desamada amante, la madre exigente, todas fueron (¿somos?)
Textos originales de Renée Baddouh Sason enviados por Juan Tajes Baddouh
Lilian Toledo
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