Jorge CastellónUn poema de amor: Autumm Leaves
Pero este año he hecho algo más: quise averiguar, investigar sobre su historia, sobre el origen de esta melodía tan seductora; así, descubrí que esta pieza de música surge como una canción popular en 1945. La música, fue una creación del compositor húngaro Joseph Kosma (1905-1069) y la letra (más bien un poema) fue escrito por el poeta francés Jacques Prévert (1900-1977). Entonces, en un primer momento, quedo sorprendido de saber que fue a un poema del autor de Paroles, al que se le creó su música. Fue Kosma, quien elaboró la música para ese poema ya escrito. El poema –que no aparece en su totalidad en la canción primera-, lo componen unos versos de amor, de pérdida, de nostalgia, y reza así:
Oh! je voudrais tant que tu te souviennes Dans la nuit froide de l'oubli. Tu vois, je n'ai pas oublié La chanson que tu me chantais.
REFRAIN: C'est une chanson qui nous ressemble Toi, tu m'aimais et je t'aimais Toi qui m'aimais, moi qui t'aimais Mais la vie sépare ceux qui s'aiment Tout doucement, sans faire de bruit Et la mer efface sur le sable Les pas des amants désunis.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle, Les souvenirs et les regrets aussi Mais mon amour silencieux et fidèle Sourit toujours et remercie la vie Je t'aimais tant, tu étais si jolie, Comment veux-tu que je t'oublie? En ce temps-là, la vie était plus belle Et le soleil plus brûlant qu'aujourd'hui Tu étais ma plus douce amie Mais je n'ai que faire des regrets Et la chanson que tu chantais Toujours, toujours je l'entendrai! http://www.linguafrancese.it/cultura_actuel/canzone22.htm
Una bastante apropiada traducción al español de esos versos, pudiera ser la que sigue: Oh! Quisiera tanto que te acordaras De los días felices cuando éramos amigos En aquellos tiempos la vida era más bella Y el sol más ardiente que hoy Las hojas muertas se recogen con la pala Ves, no he olvidado Las hojas muertas se recogen con la pala Los recuerdos y los pesares también Y el viento norte se las lleva A la noche fría del olvido Ves, no he olvidado La canción que tú me cantabas
Es una canción que se nos parece Tú, que me amabas y yo que te amaba Y vivíamos los dos juntos Tú que me amabas, yo que te amaba Pero la vida separa a los que se aman Muy suavemente, sin hacer ruido Y el mar borra de la arena Los pasos de los amantes separados. [ Las hojas muertas se recogen con la pala, Los recuerdos y los pesares también Pero mi amor silencioso y fiel sonríe siempre y le agradece a la vida Te amaba tanto, eras tan bonita, ¿Cómo quieres tú que yo te olvide? En aquellos tiempos, la vida era más bella Y el sol más ardiente que hoy Eres mi dulce amiga Pero no me queda nada más que lamentarme Y la canción que tú cantabas Siempre, ¡siempre la oiré! Es una canción ...] http://lyricstranslate.com/en/les-feuilles-mortes-las-hojas-muertas.html-0
Pero hablemos de Joseph Kosma. Tenía una sólida formación musical clásica. Estudió con Bela Bartok en La academia Lizt de Hungría, que ya es decir mucho, completando estudios en composición y conducción. Ya antes había ingresado en la Academia de Música de Budapest, donde fue discípulo de Hanns Eisler. Sí, este último fue quien compuso el Himno Nacional de la República Democrática Alemana. Este destacado músico húngaro y el poeta, trabajaron pues juntos en hacer del poema una canción -de hecho, trabajaron en otras varias menos conocidas-, pensando al inicio, en que formase parte de una ópera, lo que sugiere el carácter y el nivel de esfuerzo creativo de la música, para estar a la altura de aquellos versos en el marco de un arreglo operístico. Ambos artistas formaban parte del equipo de trabajo del famoso director de cine Marcel Carne (1906-1996) -que, dicho sea de paso, bien pudiera haber sido el doble de Pablo Neruda en alguna imaginaria película biográfica del gran chileno-. Joseph Kosma, trabajaba como el arreglista de la música de las películas de Carne, mientras que Prévert, colabora con Carne de 1937 a 1950, escribiendo los guiones de las más importantes películas del cineasta, a saber: Drole de Drame, Quai des Brumes, Le Jour Se Leve, Les Visiteuis Du Soir, Les Enfants du Paradis y Les Portes De La Nuit. Según se lee en el obituario de Prévert, publicado un día 11 de abril de aquel triste año, en las páginas del periódico New York Times. Para algunos, el éxito de Carne en el cine, se debe precisamente a los guiones de Prévert. Pero aquél - dice Jean Tulard, quien es citado por Alan Riding en el obituario de Carne, publicado a su vez en el periódico neoyorquino un primero de noviembre de 1996-, trasladó esos guiones en imágenes, de forma admirable. En el obituario de Prévert, que ya se ha citado, aparece un comentario del propio Came, sobre el poeta, en el que se lee: “Jacques Prévert is the one and only poet of the French cinema. He created a style, original and personal, reflecting the soul of the people, His humor and poetry succeeded in raising the banal to the summit of art.” Prévert, dice Came, es el único poeta francés del cine, su poesía, continúa, logra su objetivo de elevar lo banal hasta la cima del arte. Toda duda sobre el trabajo del poeta en el cine, está aclarada. En colaboraciones con Marcel Came, Kosma puso música a varios poemas de Prévert (Barbara y Les Infants Qui S’Sment, por ejemplo) interpretadas ya como canción por Juliete Greco y Marcel Mouloudji respectivamente, que junto a la que nos ocupa, son las más reconocidas. Es decir, Autumn Leaves, como le llamaremos desde aquí, tuvo su origen, primero, en la musicalidad de un poema y en la exigencia, rigor y tradición de la música clásica. En otras palabras, acá se juntaron un gran poeta y un excelente y educado músico para iniciar un juego de creación musical que aún no termina, y cuya semilla, no olvidemos, fue un poema de amor. La primera interpretación publica pues, de esta canción, data del tres de diciembre de 1946, y se realiza en la película ya mencionada, Les Portes de la Nuit, siendo cantada por Yves Montand (1921-1991), quien, al comienzo de su carrera, pertenecía al grupo de músicos que rodeaban a Edith Piaf. Rápidamente la melodía se convierte en una chanson símbolo de la música popular francesa. En esa versión se escucha por supuesto, de forma íntegra el poema de Prévert en su idioma original. De esa versión primigenia como canción popular, me aboqué a disfrutar también la versión de la misma Edith Piaf, ¡cómo no hacerlo! estrenada cuatro años más tarde en una navidad de 1950 (pero con partes en inglés y en francés), en el programa radial estadounidense The Big Show de la cadena NBC; y es un placer escuchar esa tan melodiosa interpretación del tema, esa cadencia dolorida y nostálgica que Piaf ahonda más aún con su voz sin par. El paso del inglés al francés resulta agradable y uno se queda (los que no hablamos francés) satisfecho de creer que se conoce ya parte de su significado. Probablemente, pensé al escucharla, esta fue una de las primeras veces que la canción llegaba a la audiencia norteamericana. Pero me equivoqué. Para otras personas la mejor versión del tema es la versión del propio Montand, pero, qué decir de la versión de Charles Aznavour(por un tiempo secretario privado de Edith Piaf), que no es menos bella. He ahí pues, tres versiones de la misma canción, interpretadas por esa troica magnifica de amigos de ese París en la cintura del siglo XX: Piaf, Montand y Aznavour. Pero luego descubrí que, por su parte, el arreglista y cantante estadounidense Johnny Mercer (1909-1976) escribió en 1947 una versión en inglés de la canción, la que es interpretada por primera vez ¡también en 1950!, por la hermosa Jo Stafford (1917-2008), y que se convierte muy luego, a su vez, en una popularísima canción en el ámbito musical norteamericano, sin imaginar siquiera que con los años iba a alcanzar la categoría de un Standard en la música estadounidense. ¡Y aún más! Descubro luego que es esta misma letra, escrita por Mercer en inglés, la que Piaf introdujo en su interpretación de aquel diciembre de 1950. Puede que este hecho, antecedido obviamente por la interpretación de Stafford, nos haya hecho creer a muchos, que aquella letra en inglés, era la letra original de la canción. Y más aún, cuando le han de seguir las ya famosas versiones de Doris Day (1956) y Andy Williams (1959). La versión inglesa de Mercer es la siguiente: The falling leaves drift by the window The autumn leaves of red and gold I see your lips, the summer kisses The sun-burned hands I used to hold Since you went away the days grow long And soon I'll hear old winters song But I miss you most of all my darling When autumn leaves start to fall. Queda cada lector a su albedrio de juzgar la calidad de estos versos, que han de sustituir a los originales, a lo largo ya de siete décadas; quedan, los que disfrutan versos, libres de escoger, como en mi personal e insignificante caso, entre lo que un día Víctor Hugo sentenció: no confundas las pisadas de los gansos en el lodo, con las estrellas en el cielo. Pero… ¿Y las versiones en español que hemos escuchado? Para algunos de nosotros la interpretación de Los tres diamantes, Julio Jaramillo ¡o incluso! la versión de Enrique Guzmán, nos han alejado también más, de conocer aquellos versos del poeta francés, que fue el origen de todo. Obviamente, manteniendo la melodía original, ha existido a mi parecer, también en nuestro idioma, un abuso, un irrespeto hacia la autoría de Jacques Trévert. La única excepción en nuestro idioma, es quizás la versión de Andrea Bocelli. El esfuerzo de traducción, de suyo para algunos imposible en la literatura, y más en la poesía, aquí está felizmente logrado gracias a Milagrosa Ortiz Martin, que colaboró con Bocelli en el disco Amor. La mayor cercanía posible al texto de Prévert, se ha alcanzado; incluso Ortiz Martin mejora traducciones más conocidas y difundidas en idioma español como la que sigue:
Es una canción que se nos parece Tú, que me amabas y yo que te amaba Y vivíamos los dos juntos Tú que me amabas, yo que te amaba
Pero la vida separa a los que se aman Muy suavemente, sin hacer ruido Y el mar borra de la arena Los pasos de los amantes separados La música pues, ha permanecido. Kosma nos legó una melodía inolvidable. Pero lo que resulta triste es que, desde hace 67 años, el poema de Jacques Prévert ha ido desapareciendo, se ha ido desprendiendo, se ha ido separando de aquella música que fue creada para albergarla, para eternizarla. No sé si hay otro caso como éste, en que, en plena guerra mundial, dos artistas unen esfuerzos, como músico uno y como poeta otro, para crear una melodía que, con el tiempo, música y letra, son separadas tan rotundamente alrededor del mundo. Pero también, no sé si haya otro antecedente de cómo en la conjunción de tres artes, poesía, música y cine, suceda lo que aquí ha pasado: el poeta, se ha ido eclipsando tras la música de Kosma; como Carne, el cineasta, lo ha hecho, tras los guiones de Prévert. ¿Será que las palabras son más grandes que la imagen, pero la música, más grande aún, que las palabras?
II El primer arreglo instrumental no jazzístico del tema en los Estados Unidos lo realizó el trompetista Henry James en 1954. Este podría haber sido el primero de su clase en Norteamérica. Luego, el pianista Roger Williams (1924-2011) logra un inmenso éxito con su interpretación de 1955, que fue la primera melodía instrumental en alcanzar el puesto número uno en el ranking del Billboard estadounidense. ¿Pero… cuándo Autumn Leaves es invitado al universo del jazz norteamericano? La primera interpretación jazzística es probablemente la de Ahmad Jamal realizada en octubre de 1955, y que fuera puesta en el mercado en 1956. La melodía esta incluida en el disco The Ahmad Jamal Trio de Epic Records. Acá encontramos temas como Perfidia de Alberto Dominguez, Rica Pulpa de Eliseo Grenet, Love for Sale de Cole Porter, Squeeze Me de Fats Waller, entre otros. Es importantísimo señalar, que en algunas reseñas y comentarios de este disco en particular (Wikipedia), Autumn Leaves es acreditado a Kosma y ¡¿Qué creen?! ¡Sí! ¡A Johnny Mercer! Pero sigamos. A la obra de Jamal le sigue la de Cannonball Adderley, que aparece en el álbum Something Else de 1958, y que es ejecutada en compañía de Miles Davis en la trompeta, Hans Jones al piano, Sam Jones en el bajo y Art Blakey en la batería. Acá, el dialogo musical entre de Cannonball y Davis es extraordinario. En resumen, de las 649 versiones registradas por la página web secondhandsongs.com existen 213 versiones cantadas en inglés y tan solo 70 cantadas en francés. También existen tres en holandés, cuatro en sueco, ocho en finlandés, una en alemán, cuatro en italiano, una en rumano, una en ruso, una es español, para un total de ¡206 versiones cantadas de Autumn Leaves! El resto, 443, son composiciones instrumentales y jazzísticas. No sé si Autumn Leaves ha sido el tema más interpretado en la música jazz, pero estoy cerca de decirlo. Esta música atrapó al mundo. Cada músico, ha encontrado en ese tema, creo, un reto creativo. Eso es. Porque en el jazz el tema es un reto de creación y recreación. Uso esa palabra en su doble significado, como re-crear o crear alrededor de la melodía establecida, y en el sentido de… diversión, de recreo, de solaz, de juego. Porque crear es gozar, y nada lo ejemplifica mejor in situ, que el jazz. Siempre me ha parecido que el jazz intenta una expresión perfecta pero inacabada siempre, de algo que ha permanecido como su motivo en el tiempo. Autumn Leaves es el mejor ejemplo. Las versiones de Autumn Leaves del inquietísimo Miles Davis, del travieso Stan Getz, del dulce Stephan Grapelli, del apoteósico Michel Petrucciani, del excéntrico Chet Baker, del formal Paul Desmond, del virtuoso Oscar Peterson, de la apacible Beegie Adair, del melodioso Bill Evans, del elegante Kenny Barron, del iconoclasta Keith Jarrett, etc., etc., etc., le van dando vida a una obra cada vez más nueva a lo largo del tiempo. Con ellos, la melodía ora se acorta, ora se alarga, ora va por los costados haciendo de sus alas el cuerpo de una bella ave luminosa; en otras veces, se metamorfosea en otra cosa tan distinta, sin olvidar nunca su poético origen, su tema madre. Cada uno quiere ser y no ser al mismo tiempo. Cada uno le agrega algo, y de alguna manera, le quita lo que otro puso como en un juego de niños sobre un dibujo, sobre una obra, que a nadie pertenece, solo al mismo arte. Pero que cada uno respeta, pues le dedica esfuerzo y gozo, talento y trabajo, tiempo y vida. En ese ir del saxo al piano, de la trompeta al clarinete y desde allí, de la brevedad a la largura, de la simplicidad al arabesco más caprichoso, Autumn Leaves prosigue su rumbo como la gran ave que es, posándose en la cima de cada talento, para hacerlo crecer. Esto es el mejor ejemplo de dos dimensiones opuestas (¿o complementarias?) de la permanencia y de la trasformación que sufre (o que goza) una melodía en cada arreglo, en cada interpretación, en cada sesión musical. Autumn Leaves es el ícono de un círculo creativo que se eleva en un espiral sin fin, con el único propósito de hacernos felices. La música siguió su camino, sin importarle el destino de su antigua compañera en el papel y el atril. Kosma se ha inmortalizado, mientras Prévert escucha desde algún lugar del universo, esa música que hasta allá llega, sabedor de su grandeza, pero también, de la injusticia del olvido. Porque hay que recordar, la música quizá, es más grande aún, que las palabras. Jorge Castellón
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